Y hete aquí que la tormenta asoló los campos y el huracán desbordó los mares, quedaron anegados los territorios de guerra y una forzada tregua otorgó descanso a los guerreros.
Pero en llegado el entretiempo, a la sazón primavera, se retiró el aguacero, aclararon los cirros y a fuerza de rayos del astro rey retrocedió el cruel invierno apoderándose, poco a poco como el que no quiere la cosa, el estío de todo cuanto lo rodeaba. Y aquellos que no estando prevenidos se vieron de pronto sorprendidos por un manto de proyectiles que con inusitada crueldad florecieron al compás de las hierbas verdes y se incrustaron en sus pellejos como el agua penetraba y se reabsorbía por la sedienta tierra.
Y los pocos supervivientes nunca pudieron excusarse en que no fueron llamados y de pronto comprendieron que la guerra se había instalado para nunca más marchar.
Osados combatientes, preparad ya vuestras armas, pues es tiempo de esgrimirlas y ¡ay! de aquel que a la llamada de las trompetas y el redoblar de tambores no defienda fieramente su bandera, los de negro y los de verde, no os llaméis a engaño... No hay más color que el rojo de la muerte.
Jesús Parra
Vita ut sufferere est, dolor fortior te facit
ResponderEliminarSemper fidelis, Semper vigilans
Los Trauman Ronquilleros esperamos ansiosos la llegada de del estio, estamos velando armas y mimandolas con aceites esenciales para que luzcan esplendorosas el día de la batalla.
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